lunes, 3 de noviembre de 2014

LII - Espú o una temporada en Vulcano


Uno de los enigmas que mantuvo en vilo a los astrónomos del mundo entero... la existencia del planeta Vulcano.

Su órbita fue predicha, calculada minuciosamente, pero jamás fue observado. Hasta que un empleado de una oficina de patentes demostró que Vulcano solo existía... en los sueños de algunas personas.

Mercurio y la observación de su órbita ponían en serios aprietos las mismísimas leyes de Newton. Conforme se obtenían datos sobre él, nada se correspondía con lo que debía ser... Tenía una órbita diferente, así que los sapientísimos astrónomos supusieron que debía haber otro planeta, aun no descubierto, que estaba influyendo en su órbita. Y  por tanto... existía otro planeta desconocido, un planeta al que llamaron Vulcano.

Sabios con tanto crédito bastaron  para convencer a la mayor parte de la gente de su existencia, un planeta que orbitaba entre Mercurio y el Sol. De esta forma se explicaban los extraños recorridos de Mercurio: Vulcano era la causa. Ahora lo que todo el mundo quería ver... era el nuevo planeta.

Se calculó exactamente dónde estaba, su órbita e incluso su masa. Pero nadie lo encontró. Hasta que finalmente Edmonde Lescarbault, un médico aficionado a la astronomía, lo pudo ver. Describió todo con tanto lujo de detalles, que se le concedió  la Legión de Honor Francesa.

Pero ningún otro observatorio conseguía ver a Vulcano. El planeta más cercano al Sol permanecía oculto y nadie se lo explicaba. De vez en cuando llegaban noticias de avistaciones hechas en algún lugar remoto por un aficionado desconocido. La verdad es que no eran muy fiables, y ni siquiera lo veían en los lugares previstos por los cálculos. Esto no lograba más que acrecentar el misterio en torno al dichoso planeta.

Finalmente, y algo desquiciado ya el mundo de la astronomía, se propuso una solución al problema: Vulcano estaba tan próximo al sol que era imposible verlo. De hecho, más de un astrónomo había sufrido daños oculares intentando verlo. Pero podría ser visto durante los eclipses. Hasta se publicaron los datos necesarios para que el planeta fuera visto en los siguientes eclipses... pero Vulcano no apareció.

Los astrónomos cada vez dudaban más de la existencia de Vulcano, Mercurio estaba más allá de las leyes de Newton. Sin pretenderlo, se habían descubierto los límites de la física clásica.

Hubo que esperar un buen puñado de años para explicar el enigma. En 1915, un empleado de patentes aportó al mundo las nuevas ideas necesarias. Unas ideas que supondrían un cambio radical en el conocimiento que el ser humano tenía del universo, tan importante como el cambio que supusieron las ideas de Newton en su momento.


Ese empleado de patentes se llamaba Albert Einstein, y sus ideas eran la Teoría General de la Relatividad, que, entre muchas otras cosas, explicaba perfectamente la órbita de Mercurio.


Hay padres, que de verdad, cuando le ponen el nombre a su hijo, un nombre que ha de acompañarlo durante toda su vida, deberían tener un poco de sensibilidad. Pero, desafortunadamente para aquellos que lo sufren algunas familias tienen a gala distinguir a sus vástagos con nombres atroces que se heredan generación tras generación. Esto llega a extremos tremendos en algunas ocasiones; mi cuñada tiene una prima, lejana, que se llama Odiosa, y aquí mi costilla cuenta en su familia con una larga saga de Eudosias. Pues bien, el retrato de esta mi recuperada galería que hoy me ocupa lo protagoniza un nombre no menos incómodo: Espurio.

Llamarte espurio es una putada, lo mires como lo mires, da igual que tu padre y tu abuelo y el tatarabuelo de tu bisabuelo se llamasen así. 
Hay cosas que ni por esas tienen consuelo, y Espurio lo miras en el diccionario y pone: (Del lat. spurĭus).

1. adj. bastardo ( que degenera de su origen o naturaleza).
2. adj. falso ( engañoso).

Ya me diréis, amiguitos y amiguitas si es o no una cabronada, por muy tradición que sea, tener que apechugar con esto toda la vida de uno. No valen prendas, ni que un tal Spurius (por lo visto vine de ahí) redactara una reforma agraria en la antigua Roma que favoreciera al proletariado, no creo que haya conciencia popular que llegue a tanto. Por no tener no tiene ni santo en el santoral, así que nuestro amigo de desdichado nombre tuvo una infancia con un regalo de menos.

Es por lo tanto justificadísimo que en cuanto tuvo uso de razón para inspirar algo de piedad el muchacho acortara su nombre y lo dejara en Espú. Quiso la tele y su talante un poco friqui que con el tiempo todos le llamásemos Spock (pero pronunciado así ¿eh? Espú, que para eso era de Calasparra)

Espú, al que de ahora en adelante llamaré Spock llegó a Madrid procedente de la tierra del arroz bomba allá por los 80, cuando Madrid era Madriz sin avergonzarse de la Z y estaba coloreado como un comic de edición cara. Spock llegó con una maleta dura de cuero marrón, con las esquinas peladas de tantos años, de esas con cierres cromados que al tocar la cerradura hacían un clic y saltaban como un disparo, en esa maleta llevaba algo de ropa; hasta un chaleco hecho con una colcha bordada a mano que su tía Esperanza, la única que parecía entender de sus tardes a solas mirando por la ventana, le había cosido con cariño para ponérsela el día de San Abdón y san Senén, que hay que ver la querencia de su bendito pueblo por los nombres bizarros. Además de la maleta se trajo del pueblo un amargor largo de tanta burla, un bronceado perfecto y un cuerpazo. Porque Spock tenía uno de esos cuerpos espigados, de músculos dibujados sin aspavientos de los que han crecido trabajando a destajo. También vino con él una curiosidad inmensa, una peligrosa inocencia y un hambre atrasada de abrazos.

Había conocido ese verano, una tarde en la feria, en la que reventaba de guapo con su chaleco bordado, a unos chicos de Madriz que habían venido de turistas en una tienda de campaña. Eran cuatro, tres chicos y una chica, ella no era novia de ninguno ni nada, y dormían en la tienda de lona los cuatro. La chica, que fue a quien conoció primero, era artista, pintora, y los chicos tenían pinta de dedicarse a algo parecido, con esas camisas de colores y las manos tan cuidadas, fue en lo primero en que se fijó, en sus manos, con las uñas recortadas y limpias y sin asomo de callos.

Él les enseñó el pueblo, le daba igual que la gente los mirara tanto, incluso estaba orgulloso de pasearse con los forasteros, estuvieron los tres días de ese último fin de semana de Julio juntos, anduvieron, charlaron, bebieron, fumaron cigarros de la risa, y por primera vez en su vida descubrió el sabor de otros labios. Él se dejaba querer y lo probaron todos, los cuatro.  Se acabó el fin de semana y cuando los acompañó al coche, Federico, el más alto, le dijo ¿te vienes? Dicho y hecho, en su casa no había nadie, estaban de fiesta, llegó en un salto, hizo la maleta en otro y en el siguiente ya estaba sentado en el coche.

Paso por la esquina del Figueroa, en plena calle Hortaleza,  y veo un chicazo con un chaleco precioso sentado en el bordillo de la acera con una maleta de cuero vieja a un lado, lo miro con intención, pero parece muy preocupado por algo y no me hace ni caso, bajo a la plaza de Chueca, que por aquellos entonces era una droguería y un desastre con mucho encanto, me compro unos porros, miro el ganado, voy a subir por Pelayo,  me acuerdo del chaleco imposible y la mirada tan triste, desando hasta la esquina y me meto por Hortaleza, está igual de solo, igual de triste, e igual de bueno.

- Hola
- Hola, me mira desde abajo con ojitos de perro apaleado
- ¿te pasa algo? Tienes cara de preocupado.

Y ve el cielo abierto, y me cuenta de su fin de semana con los cuatro de Plaza Castilla, que se ha venido en un arrebato, que todo muy bien, que el viaje un escándalo de risas y besos y que cuando han llegado le han dicho que iban un momento a Arturo Soria, como si Arturo Soria estuviese ahí al lado, y que en media hora volvían, y que iban para cuatro horas y nada, y que era la primera vez que venía a Madriz y que no entendía nada, que a ver si les había pasado algo.

Me encandila su candidez, bueno, aparte de los tríceps que dibuja el chaleco y su perfecto bronceado, le sugiero que tomemos un café o un loquesea en el Figueroa, que desde el cristal podemos ver si llegan sus amigos, entramos y seguimos charlando, del arroz bomba, del amor a primera vista, del café de cafetera y de la espumita que tienen los de las cafeterías, de los pueblos y de los engaños, y charlando pasa el tiempo, ya no quedan más que dos chicas arriba y nosotros dos abajo.

- Bueno Espú ¿te vienes a casa?
- Mis amigos no van a venir ¿verdad?
- Pues no creo, la gente ya sabes, te embarca y luego se lava las manos.
- Vale, menos mal que has aparecido.

Le aprieto con cariño la mano, ni hace falta pillar un taxi, vivo entonces en Valverde, casi al lado.
Cuando llegamos la Pepa se está haciendo un cola cao, con la leche hirviendo, como a él le gusta.

- Hola, yo soy Jose ¿y tú?
- Yo soy Espú
- Vaya chico tan guapo ¿de dónde lo has sacado?
- De dónde va a ser, de Vulcano.



LI - Félix o Madriz en rose



TÍO. (Entra.) Es una rosa que nunca has visto; una sorpresa que te tengo preparada. Porque es increíble la rosa declinata de capullos caídos y la inermis que no tiene espinas, que maravilla, ¿eh?, ¡ni una espina! y la mirtifolia que viene de Bélgica y la sulfurata que brilla en la oscuridad. Pero ésta las aventaja a todas en rareza. Los botánicos la llaman rosa mutabile, que quiere decir: mudable; que cambia... En este libro está su descripción y su pintura, ¡mira!
(Abre el libro.) Es roja por la mañana, a la tarde se pone blanca, y se deshoja por la noche.
Cuando se abre en la mañana,
roja como sangre está.
El rocío no la toca
porque se teme quemar.
Abierta en el medio día
es dura como el coral.
El sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
los pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal.
Y cuando toca la noche
blando cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo oscuro,
se comienza a deshojar.
TÍA. ¿Y tiene ya flor?
TÍO. Una que se está abriendo.
TÍA. ¿Dura un día tan solo?
TÍO. Uno. Pero yo ese día lo pienso pasar al lado para ver cómo se pone blanca.
ROSITA. (Entrando.) Mi sombrilla.
TÍO. Su sombrilla.
TÍA. (A voces.) ¡La sombrilla!
AMA. (Apareciendo.) ¡Aquí está la sombrilla! (Rosita coge la sombrilla y besa a sus Tíos.)
ROSITA. ¿Qué tal?
TÍO. Un primor.
TÍA. No hay otra.
ROSITA. (Abriendo la sombrilla.)


Abierta estaba la rosa,
pero la tarde llegaba,
y un rumor de nieve triste
le fue pesando las ramas;
cuando la sombra volvía,
cuando el ruiseñor cantaba,
como una muerta de pena
se puso transida y blanca;
y cuando la noche, grande
cuerno de metal sonaba
y los vientos enlazados
dormían en la montaña,
se deshojó suspirando
por los cristales del alba.


Federico García Lorca - Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores.

A la Rosa Mutabilis también se la conoce como Rosa Loca
Regreso a Madriz, que desde Ciberia (felicidades, según mis cuentas ya debes haber tenido un niño precioso), perdió para mí la d definitivamente y la cambió por una z, así me parece más sonoro y más castizo el nombre de ésta que es ya mi ciudad. Alicante, con sus azules casi blancos, sus noches de horchata y vodka y sus palmeras, cada vez se me hace más extraño. Mi Madriz me recibe como un horno, el calor cae a plomo ya desde Atocha, seguramente más grave después del aire acondicionado del tren,  voy caminando con mi maleta de ruedas, tracatracatratracatra, tracatracatratracatra, me apetece llegar a casa andando, me parece intolerable el metro con este calorazo y así voy reencontrándome con sus olores y sus colores. Debajo del asombroso suelo con vocación de techo de la fundación "La Caixa" han instalado un escenario y un grupo sefardí toca,  mientras una chica con voz de cristal entona una canción en la que a los pajaritos les llama bibilicos, me quedo un rato escuchando, bien agarrado a mi maleta, el público es de lo más variopinto, de todos las nacionalidades y todas las edades, estoy en Madriz, claro.

Llego a casa, los chicos han terminado sus "erasmus" y se han marchado, uno a Suecia y la otra a Colombia, siempre me dejan un hueco; Matilde, mi gata, como cada vez que vuelvo de viaje está ofendida, me mira con un puntito de reproche y ni se me acerca, abro todas las ventanas, no entra ni pizca de fresco, un compresor de la obra de enfrente retumba, no pasa ni un coche, debo de ser el único de la calle, tampoco pasa gente, al regar las macetas veo a lo lejos dos o tres personas, los caballos desbocados de mis sienes se sosiegan, he tenido un momento "abre los ojos".

No consigo relajarme, mon choux lo tiene todo en orden, la casa ordenada normalmente me relaja, no encuentro la posición del sofá, ni siquiera después de hacerme dos mais con esa gomita tan buena que me he traído. Me meto en la ducha, fría, dejo correr el agua un buen rato, me afeito, busco una camisa planchada, unos jeans viejos y unos zapatos frescos, me voy a la calle, y esta vez no puedo decir que a que me dé el aire.

Llego a la plaza de Santa Ana, y no lo puedo creer está toda llena de cosas de color rosa.

Un escenario rosa, bancos color de rosa, guirnaldas rosa, un enjambre de globos rosa, monjas color de rosa y carabinieri rosa a caballo, y un piano de cola, también rosa, lo entiendo, hay un montaje para promocionar el Martini Rosato, una nueva variedad de vermú que pruebo y me parece muy de verano.

El rosa es un color obtenido con la mezcla de rojo y blanco, a menudo descrito como "rojo claro", o más exactamente, rojo vivo insaturado. Este color tiene muchos matices diferentes. El nombre en castellano, rosa, proviene (como en muchos otros idiomas) de la flor del mismo nombre: la rosa. Me da por pensar en el rosa,  rosa o del corazón son los medios informativos que se centran en eventos sociales y la vida privada de los famosos, de eso sé yo un carro. Las novelas románticas son también llamadas novelas rosas. Ese es un color habitual en sus portadas, aunque también lo es en las portadas de ciertas colecciones de novela erótica, pienso en la "sonrisa vertical". El líder en el Giro de Italia viste una   maglia rosa; que representa al color rosa de las páginas del diario italiano La Gazzetta dello Sport, financiera el evento. De forma similar, el periódico Financial Times de Londres, desde 1893, usa un distintivo color salmón rosado para imprimir sus ejemplares, y así, distinguirse. El rosa, siendo un rojo "descolorido" sirve algunas veces, de manera irónica, para describir a un socialista suavizado. El color rosado es también asociado con los genitales femeninos. Es el color de la banda por el Día mundial del Cáncer de mama, elegido por su alta relación con la femineidad. Los hombres ahora podemos comprar ropa color de rosa, tabú hasta hace poco, al menos en Occidente, para el sexo masculino. El rosa, también está asociado con gay, lesbianas y bisexuales, en forma de triángulo rosa, con uno de sus vértices hacia abajo. Proviene del símbolo que utilizaban los nazis para identificar a los prisioneros en los campos de concentración. Los judíos eran forzados a usar una estrella amarilla, mientras que los hombres y mujeres presos por su presunta homosexualidad o incluso los sospechosos de actividades sexuales con el mismo sexo, eran forzados a usar un triángulo rosa. Ahora es usado con orgullo. En el Reino Unido, "Pink News" ("Noticias Rosa") es un periódico gay y un servicio de noticias on line. En los negocios, el "dólar rosa" se refiere al poder adquisitivo de la comunidad GLBT.

Entonces veo a la estatua de Lorca, la única de Madriz, en medio de la plaza, con su paloma en la mano, y casi me guiña un ojo, desde ese paraíso rosa.

El rosado es también, el tema central de una canción de Aerosmith. Entre otros versos, se encuentra: "Pink is like red but not quite." (El rosa es como el rojo, pero no exactamente.

Y para mí siempre será tu color, porque era el color de tu polo el día, la noche, en que nos conocimos en aquel antro en que tanto abundaba el negro, que no es un color, sino la ausencia del mismo; porque fue ese color precisamente lo que te hacía brillar entre tanta carne, porque fue la excusa oportuna para ver tu sonrisa por primera vez, porque gracias a él me reafirmé en mi convicción de que es posible encontrar gente maravillosa en cualquier circunstancia.

Y aquí, mientras Federico sonríe ante tal despliegue de alegría rosada, como si participara conmigo en tu homenaje, evoco el sabor de tu sudor, la exquisita sabiduría de tus dedos, la semana que pasamos deshojando abrazos, la ternura con que cuidaste mis quemaduras de la playa, la intimidad inmediata, tu olor...



Y evoco el brillo adulto de tus ojos, cuando hubimos de despedirnos,  y volver a la vida real, como bien decías, y tuve la ocurrencia casi infantil, y desde luego poco afortunada de decirte, como si una sed como un río interminable no comenzara ya, en ese preciso a instante, a ahogarme. - No estés triste, Félix quiere decir Feliz - y tú, esbozando media sonrisa, me besaste en la frente, como a un niño, y me diste el último beso.

La bola del mundo de la torre del Penthouse parece una bola de espejos, quién sabe qué preludiará.





L - Lorinda o la sed de ser


No tienen nada que ver con los no muertos, ni son especialmente bellos, ni su piel presenta una palidez  mórbida, toleran como cualquier otra persona la luz del sol y ni siquiera sueñan con la inmortalidad.

Están ahí afuera, disfrazados como gente normal hasta que sus necesidades internas los convierten en depredadores. No buscan vuestra sangre, sino vuestras emociones. Tienen el poder no solo de exasperaros, sino de hipnotizaros, de obnubilaros la mente con promesas falsas hasta enredaros en sus hechizos. Al principio parecen mejores que las personas corrientes. Son brillantes, encantadores. Os caen bien, confiáis en ellos, esperáis más de ellos que de otras personas. Pero recibís menos y al final os capturan. Los invitáis a que entren en vuestra vida y rara vez os dais cuanta del error hasta que han desaparecido, dejándoos vacíos, las carteras vacías, la agenda vacía o, quizá, el corazón roto. Aún entonces os preguntáis... ¿serán ellos o yo? Son ellos.
Son los 
vampiros emocionales.



El Dr. Bernstein psicólogo clínico, terapeuta y experto en tales criaturas los clasifica en cinco subespecies:

1- ANTISOCIALES (Truhanes adorables) Los vampiros Antisociales son adictos a la EXCITACIÓN. Lo único que buscan en la vida es pasárselo bien, un poco de acción y una gratificación inmediata de todos sus deseos. Los aceptamos con facilidad y rapidez, y con igual rapidez quedamos cautivados por ellos. Aparte de la diversión momentánea, poco más tienen que dar.

2- HISTRIÓNICOS (Estrellas del espectáculo) Los vampiros Histriónicos viven para conseguir atención y aprobación. Son expertos en ocultarse sus propias motivaciones. Creen que jamás hacen algo inaceptable, como cometer errores o albergar malos pensamientos hacia alguien. Solo son personas agradables que quieren ayudar. Si cuestionáis eso, lo más probable es que sufráis. Es asombroso el daño que pueden causar las personas agradables. Si los criticáis u olvidáis los halagos, sufriréis sus pataletas. Emplean los exabruptos tanto como armas y amenazas, o simplemente como expresiones de exuberancia general. Sin embargo, las lágrimas son su especialidad. Puede que os preguntéis como unas personas tan agradables pueden crearle problemas a alguien. La respuesta es sencilla: Lo que no sepan no os puede hacer daño. Sufren rabietas apasionadas. Cuando están molestos con vosotros, lo demuestran poniéndose enfermos, malinterpretando vuestras instrucciones o hablando de vosotros con otra persona.

3- NARCISISTAS (Ejemplos de autoestima) Lo que quieren los vampiros narcisistas es vivir sus fantasías GRANDIOSAS de ser las personas más inteligentes, con más talento y  mejores del mundo. No tanto porque se consideren a sí mismo mejores que otros, sino que no piensan nada en los demás. Sin importar lo que digan, rara vez hacen algo que no sea por motivos egoístas. No pueden convertir sus grandiosos éxitos en realidad, pueden convertir su realidad en sueño. Llegan a ser leyendas ante sus propios ojos. Pueden confundir entre lo que no les gusta y lo que no es importante. Crean REALIDADES ALTERNATIVAS que apartan a la gente poderosa y atraen a los débiles. Son desconsiderados. Son famosos por comenzar proyectos que nunca terminan, porque nunca completan las partes difíciles. Han desarrollado una forma de explosión emocional manipuladora completamente suya. Llámese rabieta de culpabilidad. Cuando notan que están en un gran apuro, pueden prorrumpir en un torrente de auto reproche. El lugar más peligroso en el que os podéis encontrar es entre un Narcisista y su próximo trofeo.

4- OBSESIVOS-COMPULSIVOS (Los guardianes de la frontera) Los Obsesivos-Compulsivos son adictos a la SEGURIDAD, que creen que pueden conseguir mediante una atención escrupulosa al detalle y al control completo sobre "todo". No disfrutan haciendo daño a los demás, pero lo harán si vuestros actos amenazan su sentido del control. No es su intención vengarse, pero se sienten impelidos a manifestar su opinión. Están obsesionados por el control. Parecen muy suaves. Os cautivan con sus habilidades y credibilidad. Sólo cuando cometáis un error os dais cuenta de lo viciosos que pueden llegar a ser. Os consumen al negaros su aprobación, sustituyéndola por pequeñas críticas y comentarios fuera de lugar acerca del error de vuestras acciones. No importa lo duro que hayáis trabajado, o del cuidado que hayáis tenido en seguir las reglas, no será suficiente. Llevan consigo una gran cantidad de resentimiento. Sus rabietas son sutiles: suspiros y bufidos desdeñosos. Las únicas armas que tienen estos vampiros son los ataques verbales contra la percepción de vosotros mismos como personas morales y efectivas.

5- PARANOICOS (Los que ven más allá) Estos vampiros miran debajo de la superficie de las cosas en busca de significados ocultos y realidades más profundas. Los Paranoicos creen en lo que dicen. Si tenéis algo que ocultar, un vampiro Paranoico lo encontrará. La única protección que tenéis es manifestar la verdad clara y sin adornos. Pueden rasgar un corazón y romperlo en pedazos, sobre todo cuando pertenece a alguien cercano a ellos, cuyo único crimen es ser humano. Muy raramente perdonan. Cuando la gente se acopla, ellos son felices, amorosos y generosos. La existencia paranoica es una traición imaginada detrás de otra. Si perciben traición, atacarán con tanta rapidez que nunca sabréis qué os dio y por qué. Cuando las rabietas de los Paranoicos comienzan, por lo general duran toda la noche: lágrimas, explicaciones, sermones, razonamientos enmarañados, preguntas celosas, angustias exhibicionistas...
Sobre todo hay que estar alerta, porque ya sabéis amiguitos y amiguitas, si te muerde un vampiro puedes acabar convertido en uno de ellos. Aunque la verdad en comparación con los inmortales estos me parecen simple y llanamente sanguijuelas.

Lorinda tenía ese nombre porque era medio Norteamericana y medio Mallorquina, o mejor, tratándose de ella, porque no era ni Norteamericana ni Mallorquina del todo, ese "no ser" era la desafortunada tónica de su vida, tampoco era ni cocinera ni empresaria, ni siquiera mi amiga o mi enemiga, ocupaba un lugar intermedio siempre, por eso nunca pudo sentirse cómoda del todo en ningún sitio. Estaba condenada a habitar un limbo fronterizo. No era por ende ni guapa ni fea, tampoco podríamos decir que era buena, aunque mala tampoco era. Era alta, eso sí, bastante más que la media, y casi ese era su único refugio, el único club al que pertenecía, sus escasos y voluntariosos amigos también lo éramos, todos. Si la casualidad o algún sortilegio le hacían coincidir en la vida con algún otro individuo de altura extraordinaria, ella no podía dejar pasar la baza y desplegaba todas sus armas para desde entonces permanecer en su vida. Pero claro, todo esto, excepto lo de su altura, no se apreciaba a simple vista, así que mejor será que ordene los acontecimientos para que podáis entender como me pilló tan desprevenido.

Era mi último año insular, Mallorca, a la que tanto había aprendido a querer, se me estaba empezando a empalagar, mi ático estupendo con vistas al paseo marítimo y al castillo de Bellver, tan cool y tan blanco, con el sol explotando en mi terraza, me parecía poco hospitalario y demasiado caluroso, mi novio, que nunca me había parecido demasiado interesante, ya me resultaba insufrible, ni siquiera me parecía ya tan guapo ni tan buena persona, sus gestos más inocentes me ofendían tanto como a él los míos, hacía ya una buena temporada desde la que ni siquiera compartíamos la misma cama, no obstante una obstinación estúpida nos había creado una inercia que no nos acababa de divorciar, cada uno hacíamos nuestra vida, habíamos dividido a nuestras amistades; y para colmo de males, una inglesa atolondrada y seguramente un poco borracha, se había roto un diente en el cementerio de los zombis de la mansión del Terror que yo dirigía, nos había colocado una demanda, y una desorbitada multa y una absurda órden por la que debíamos iluminar el circuito- Vaya susto con luz-  habían dado al traste con el negocio. Traspaso de saldo y mucho tiempo libre, en pleno mes de mayo, de un mayo de lluvia mallorquina, lo mejor para multiplicar el tedio hasta el infinito. Y para acabar de marchitar la primavera, Michelle, mi vecina hada, se acababa de marchar como un pajarito.
Busco sexo como si algún abrazo pudiera consolar semejante desdicha, lo busco desesperadamente, y lo encuentro inútilmente tarde lluviosa tras tarde lluviosa, las gotas y mis lágrimas confundidas de tanta sed, y después de cada instante cálido, de cada piel habitada, de cada perfume, otra vez el tedio, el brumoso aburrimiento de la isla tarde tras tarde, hasta que una de ellas, la más gris quizá, si es que este descolor admitiera gradaciones, en uno de esos desbocados abrazos, encuentro a mi chico, al que habría de serlo en adelante, el que sació de una vez por todas esa sed que me ahogaba como un río, y hubo en mi boca otra vez hiedras de ternura.

Nadie dijo que fuera fácil, aquí mi pariente también lo llevaba crudo, en los estertores de una relación de ocho años con un auténtico miserable, y toda la isla pendiente de nuestros respectivos batacazos. Casi desde el primer momento nos dimos cuenta de que no íbamos a evitar lo inevitable, y de que estábamos a punto de provocar dos incendios al mismo tiempo; desatar nudos tan apretados no es tarea baladí. Yo lo tenía mejor, lo mío era más liviano y casi no llevaba equipajes, lo suyo era realmente jodido, lo de menos era acabar de romper lo que ya estaba tan roto, lo peor era no perder hasta la camisa en el intento, que eran tiempos sin papeles, sabíamos que podíamos contar con pocas alianzas, que hay que ver la poca solidaridad que despierta la felicidad ajena, los pocos que se asomaron a nuestra sonrisa no dejaban de prevenirnos en contra del otro, salvo alguna excepción, que siempre he tenido la fortuna de salpicarme con gente magnífica, por eso cuando me presentó a Lorinda, tan alta y tan dispuesta, vi el cielo abierto, tenía una sonrisa tan limpia como tienen los americanos y tan austera como les es propia a los mallorquines, enseguida se puso de mi lado, la solución perfecta: un restaurante exquisito en medio de ningún sitio, con caballos y flores moradas (Glicinas creo que les llamaba) un chico como yo en una cocina como la suya sería una combinación perfecta, un sueldo aceptable, una habitación inmensa, y todo el aburrimiento del mundo por delante, eso sí, los fines de semana, mientras las cosas se iban recolocando, podíamos disponer de mis aposentos para lo que nuestra recién iniciada pasión nos encomendara. Por lo menos al final esta primavera florecería, aunque fuera en morado y los fines de semana.

Al principio, salvando el aburrimiento, era todo bastante amable, yo dando rienda suelta a mi verborrea y jugando a hibridar cocinas, ella que escuchaba bastante bien, con aquel marido tan alto y tan servicial y esa niña tan rubia que aún no hablaba, era un caso curioso. En mi experiencia, que me ha llevado a renunciar a trabajar para otros en esto de la restauración, me he encontrado con dos tipos de patron@s: aquell@s que disfrutan en la cocina tanto como yo y l@s otr@s que la consideran exclusivamente un negocio, Lorinda no acababa de dejarse encuadrar en ninguna de las dos categorías, cuando parecía que empezaba a palpitar con una textura o el punto de una mousse se echaba la mano al bolsillo, cuando íbamos al mercado y me contenía para no ponerme demasiado tiquismiquis entonces me animaba alegremente a la espinaca roja y la langosta de Menorca, pero no era una verdadera emoción, tenía como un clac,  y de repente en medio de una bandeja de calamares de potera me cortaba el chorro sin dejarme acabar la receta, paciencia, donde manda rey no manda vasallo. El obrador también era de lo más pintoresco, con una ayudante impecable, altísima, como era de recibo, y Zen, es la ayudante de cocina con más parsimonia que he tenido la oportunidad de observar en mi vida, cortaba las verduras sentada, más que cortarlas las esculpía, y nada de cortes artísticos ni florituras, pura geometría, pulidísima y concienzuda, pero en absoluto espectacular, una simple ensaladilla para treinta servicios, recortada por sus exactísimas manos, podía llevarle toda una mañana; pero eso sí, los perfectísimos cubos de zanahoria eran exactamente iguales a los de patata o a los de judía verde y coincidían, como no podía ser de otra manera, con el tamaño de los guisantes. Entre semana tampoco es que estuviéramos agobiados de trabajo, así que suprimí en lo que pude las guarniciones pequeñas y me armé de paciencia.

- Que raro, Byron me ha reservado una mesa para las dos y media y ya son las cuatro y aún no ha llegado
- ¿Byron es americano?
- No, es inglés, pero venía con unos amigos americanos
- Entonces Lorinda lo mismo ha quitado los carteles - sin los carteles el sitio era inencontrable, el GPS era entonces ciencia ficción- detesta a los americanos
-¿Pero no es americana?
- No es tan americana.

Mi chico, Carles, se ha de marchar precipitadamente a Madrid, su mejor amigo se ha muerto en unos días atropellado por la innombrable, me deja su mayor tesoro, su perra, Tura, una gos d'atura gorda y lista como una ministra, lo que más teme perder en su ya conflictivo divorcio. La primera noche que se queda alguien entra y nos la roba, Lorinda como es su tónica ni parece apenarse mucho ni todo lo contrario, yo me llevo el disgusto de mi vida, a ver, el pobre, después de una pérdida la otra....

Llega una mesa para doce, sin reserva, que si puede salir el chef, que quieren cosas que no hay en carta, salgo, a ver qué narices, me quedo de una piedra, mi ex, en toda su exultancia con lo peor de su pandilla, me miran divertidos, que nos hemos encontrado a Lorinda en El Olivar y nos ha dicho que estabas aquí, nos creíamos que te habrías ido con Coldo Royo o algo así, ha sido una sorpresa, que si nos puedes hacer una cena de las tuyas, como las que hacías en casa, nos comemos lo que quieras, - ¿ah pero conocéis a Lorinda? - Vaya, íbamos juntos a la escuela. Les hago la cena. Pero se me encienden las alarmas, llevo aquí dos semanas y docenas de conversaciones y ha sido incapaz de contármelo.

Cuando llega mi señor de los anillos, después de consolarle doble, por lo de su amigo y por lo de la perra, le digo que hasta aquí, que finiquite el divorcio porque yo ya estoy empezando a creer que me he marchado de una mansión del terror para acabar en otra y le cuento lo de la  cena. Al día siguiente estreno casa y vecina, Carmen, una madre soltera de dos niños, delgada como una maniquí y ciega, en seguida nos hacemos amigos y me cuenta lo contenta que está de que se haya marchado ese mamarracho y sea yo quien le acompañe, que aquel no hacía un favor ni por casualidad, que estaba incómoda el otro día que no había nadie en casa y vino al cumpleaños de la niña, que le parecía raro, que le dijo al niño mayor que escondiera las llaves nuevas de vuestra casa, mira están ahí las fotos, ella no veía, enseguida veo a la segunda o a la tercera, a la perra. - Anda si tiene a la perra, será hijoputa, así que fue él el que la robó - Carmen se queda pálida la pobre - ¿Cómo que la robó? si me dijo que le llamó la americana esa tan alta y le dijo que pasara a recogerla al campo - Cuando le cuento la realidad se le saltan las lágrimas y me suplica - no le cuentes nada a Carles hasta que no se reponga, que el otro cabrón no vino a felicitar a la niña, vino a que la Tura saliera en la foto.

Ahora después de tantos años y tantas cosas, le miro dormido con esa sonrisa que siempre pone, en el sofá, con Matilde, la gata negra,  igual de dormida al lado, dice que el ruido del teclado le relaja, y releo lo que he ido escribiendo, y me reafirmo, este tipo de vampiros, estos que se alimentan de emociones, no son en absoluto vampiros, son sencillamente sanguijuelas, y me hago, mientras os hago, una promesa:

Este es el último retrato feo de mi galería impertinente, a partir de éste serán solo amables, se lo debo a esa sonrisa, a la gente maravillosa que voy conociendo,  y a la mía, que vislumbro reflejada en el monitor, a ver si lo limpio, mientras cruzo los dedos, últimamente nunca se sabe, y pulso el botón de publicar.



Como no he encontrado nada que me vaya con el tema y me emocione, será que es demasiado paradójico, os coloco pues esta joya que me encanta y que adorna cualquier lectura estupendamente.


XLIX - Ginés o el glamour de la huerta



El vizconde Mizi Xia y el melocotón mordido


Durante el reinado del duque Ling de Wei vivió también el vizconde Mizi - cuyo nombre de pila era Xia -, que era su favorito y su amante. Según la ley del reino nadie estaba autorizado a utilizar la carroza del duque sin su permiso, bajo pena de amputación de un pie. Ocurrió una vez que la madre de Mizi se puso gravemente enferma y un mensajero llegó sin aliento a palacio en mitad de la noche para informarle. Sin dudarlo un segundo, saltó a la carroza del duque y salió rápidamente. Cuando el duque lo supo, en lugar de castigarlo, lo alabó, diciendo: "¡Qué hijo amantísimo! ¡Por su madre, se arriesga incluso a perder un pie!"

Mizi Xia estaba dando un paseo con el gobernador por el huerto del palacio, al morder un melocotón y encontrarlo de una dulzura exquisita, dejo de comer y la dio la mitad restante al gobernante. "Cuan sincero es su amor por mi" - exclamó - "Ha olvidado su propio apetito y piensa solamente en ofrecerme cosas deliciosas"

Tiempo después, cuando la estrella de Mizi fue decayendo y la pasión que por él sentía el gobernador se enfrió, fue acusado de cometer alguna minucia contra su Señor. "Después de todo" - dijo el gobernador - "una vez tomó mi carruaje sin permiso, y en otra ocasión me ofreció la mitad de un melocotón que él ya había mordido".

No es que Mizi hubiera actuado en forma diferente, sino que los actos que le habían elevado y honrado en los días pasados, ahora le hacían culpable, el amor del gobernador se había tornado en odio.

Si logras el amor del gobernante, tu sabiduría será apreciada y lograras su favor así mismo. Pero si el poderoso te odia, no solo tu sabiduría será despreciada sino que serás considerado como un criminal y dejado a un lado. La bestia llamada dragón puede ser domada y entrenada hasta que puede ser cabalgada. Pero en la parte inferior de la garganta tiene escamas enormes y afiladas que si se erizan y si te hieres con ellas pueden significar la muerte. Los gobernantes también tienen escamas cortantes que pueden erizarse. Desde esos días, cuando la gente se refiere en China al amor masculino, uno de los términos que emplea es "los placeres del melocotón mordido"

Algunas cosas suceden sin ninguna razón, por muchas explicaciones que les busquemos no encontramos nada que las justifique, siempre podremos echar mano del destino, acogernos a la casualidad, pero el caso es que no se puede borrar lo que ocurrió, como mucho podremos arrumbarlas en el desván de la memoria esperando que vaya aliviándolas el olvido. Aquella nochevieja cualquiera sabe por qué razón estaba en Murcia, solo. 

Me espantan las fiestas por obligación, a mí que tanto me gusta una fiesta, pero las fiestas tan señaladas, esas en las que todo el mundo se obliga a divertirse siempre me parecen una molestia, nochevieja es una de ellas, nunca acudo a ningún sarao de esos en que la gente se empingorota como si fuera a una boda de postín, nunca he ido, como mucho organizo una cena en casa y con cuatro o seis, nunca impares, está celebrado el año, asomarme a la Plaza del Ayuntamiento o a la Puerta del Sol ni se me pasa por la cabeza.

Pues el caso es que esa Nochevieja me puse como un sanluis, pantalón de rayas de Lucio, camisa de Le Garage y una chaqueta preciosa de los Girbaud. Agarré el tren y me planté en Murcia, todo cerrado a la hora de cenar, y lo poco que quedaba abierto reservado, veía pasar a las murcianas y a los murcianos hechos un brazo de mar, ellas de peluquería,  con flores imposibles en las caderas, o en los hombros, ellos con chaquetas de alpaca de brillos de astronauta y corbatas psicodélicas, pasan en grupitos alborozados o en coches que tocan el claxon. Cae una lluvia finísima, insignificante, que hace brillar el suelo y da frío.

Encuentro un bar abierto, en una placita, con la terraza puesta, con ese frío y la lluvia, todas las mesas mojadas chorreando y las sillas le dan un aire desangelado, se oyen las trompetillas y los canturreos de los que van a la fiesta, dentro solo en tiltiquititiclin de la máquina tragaperras. En la barra dos personas concentradas en su copa, no tienen nada de comer, pido un café con leche condensada y coñac, belmonte le llaman, me siento en una mesa al lado de una cristalera, veo escurrir ls gotitas de agua que dibujan complicadísimos laberintos mientras despido a 1987.

El maldito belmonte me cae fatal con el estómago vacío, nada más acusar recibo del mísmo mis tripas se dedican a gritarme a retortijón batiente que les eche algo de comer, tarea imposible, intento despistarlas contemplando a la parroquia: la señora que desgrana monedas en la dichosa maquinita tintiticlin, dignísima dentro de su humildad, va derrochando con parsimonia, sin aparente emoción, la paga de Navidad, monedita de veinte duros a monedita de veinte duros; en la barra que está adornada por cientos de llaveros colgados de clavitos hay dos personas más, cada una en un extremo, dos hombres, de más o menos la misma edad, a punto de jubilarse, se concentran en su copa sin hablar; dentro una señora, que es quien me ha servido, limpia y relimpia la máquina del café.

Justo enfrente tengo el mejor personaje, un señor atildado y comedidamente ridículo que me mira sin verme, diríase que mira en mi dirección, pero sueña o dormita con los ojos abiertos, le observo detenidamente, lo que más me llama la atención es su pelo, escaso y teñido de un caoba desvaído, peinado con pulcritud de un modo francamente femenino, va hecho un pincel, zapatos lustrados, manos cuidadas con varios anillos, chaqueta antigua pero impecable, marrón, pantalones con la raya perfecta, camisa color salmón y una corbata verde primorosamente anudada, que desentona un poco, fuma cigarrillos oscuros, de boquilla dorada, como las amigas de mi Tita, y como ellas pasó la sesentena hace más de un lustro, le da profundas bocanadas al pitillo y sin tragarse el humo lo deja escapar por la boca entreabierta, recuerda un poco alguna foto antigua de la Garbo, salvando las distancias, sale de su sopor y cae en la cuenta de que le estoy mirando, me sonríe amable, levanta la copa con un gesto de rancia elegancia y me dedica un amago de brindis, le devuelvo la sonrisa, el brindis no, no me parece adecuado hacerlo con un vasito de café, el hombre se levanta, y con educación me pide permiso para sentarse a mi lado, que si que hago en Murcia, que si que raro que un chico como yo en una noche como esta ande solo, que si la soledad es triste y voluntaria... Le cuento que no sé exactamente por qué he venido, seguramente porque Alicante está tan a mano, que detesto las fiestas preceptivas y que la soledad elegida es una opción que a veces me sosiega, hablamos de la lluvia y de las máquinas tragaperras, de lo preciosa que se pondrá la ciudad en primavera y de cómo pasan los años, me invita a una copa, la rechazo con cortesía porque tengo el estómago vacío y es imposible comer nada, se queda pensativo, como escrutando una solución mágica, y con absoluta naturalidad me invita a cenar en su casa, así no cenará solo, me dice, y nos comeremos las uvas para empezar con buen pie el nuevo año, así a bote pronto no detecto ninguna segunda intención y llevado por la urgencia de mi estómago, por la solidaridad navideña y su sonrisa acepto.


Al salir casi tropezamos con una marica aviesa, una de esas víboras de edad indefinida, que después de mirarme con descaro de arriba a abajo le guiña obscenamente un ojo a mi anfitrión y le espeta - Empiezas bien el año - mi acompañante le corta con un tajante - buenas noches - y nos marchamos.

Su casa está al lado, en una calle comercial al lado de la catedral, al llegar me sirve un vermú de su pueblo, me cuenta que nació en Yecla,  pone un disco  de Yma Sumac en un aparato desmesurado, se disculpa con franqueza por no tener demasiado en la nevera, me ruega que me ponga cómodo y se pone a hacer la cena, que no me preocupe, que cuatro cosas para picar, que si quiero que vaya contando las uvas, le consulto sobre si le molesta que les quite las pepitas y él me reconoce que también le molestan, son unas uvas magníficas, moscatel, de color dorado, se adivinan dulces, las cuento, las lavo, mientras la Sumac gorgojea con frenesí, y les voy quitando las pepitas, casi al mismo tiempo que yo acabo él tiene lista la cena, unas latas de navajas y de angulas, una fuente con queso y dos tortillas, perfecto, sin fastos como me había dicho, charlamos animadamente mientras cenamos, me cuenta que estuvo empleado durante treinta años en una tienda de muebles que era lo mejor de Murcia, que ya se ha jubilado, voluntariamente, porque con la paga que le quedó de sus padres y la jubilación va tirando, que no es tan mayor, que le gusta Alicante, la playa, y no comprende el porqué de esa rivalidad tan insensata entre las dos ciudades. La tortilla es punto y aparte, la ha hecho con hinojo y piñones, está buenísima, me cuenta que el secreto consiste en elegir los hinojos que sean hembras, que se nota porque son los que tienen barriga, realmente deliciosa, son casi las doce, pone la tele, hay un especial que codirigen Pilar Miró y Hugo Stuven, presentado por Arturo Fernández y Carmen Maura, Super 88 se llamó, aquel programa nos ofreció uno de los momentos más calientes de la historia de la televisión, una tal Sabrina cantaba una canción, que seguramente no por casualidad se tituló "Hot Girl", en la que sus neumáticos pechos desafiaban cualquier ley gravitatoria emprendiendo una feroz lucha por desprenderse de sus ataduras, para los miembros de la generación del Naranjito el tiempo se detuvo, un pecho se escapó, y no hubo manera de volver a meterlo en el corsé, a estas alturas del destete mi anfitrión y yo ya llevábamos unas cuantas copas y hasta una botella de cava y lo celebramos con alegría.


Llegó la hora de marcharme, le dí las gracias por su amabilidad, y después de tomar buena nota de sus indicaciones me encaminé hacia la discoteca, Talco, se llamaba.

La discoteca a parir, con cola y todo, para entrar, y sobre todo para poder dejar las chaquetas, que hay que ver la falta de previsión que tienen siempre los empresarios para la cosa del guardarropa, a parir, oye y fue llegar y besar el santo, estaba esperándome o no se entiende, nada más conseguir mi copa surgió de entre todo ese maremagnum de camisas de colores todo vestidito de Gaultier de pies a cabeza, como si lo hubiesen teletransportado con un sortilegio fashion de una discoteca de París o de Ibiza, vino directo, tenía un aire entre Manuel Bandera y un Antonio Gala de treinta años, unos pantalones de licra divinos y una chaqueta con el canesú de piel, unos ojos tan negros como su pelo y una sonrisa que era una puerta abierta, con una voz grave aunque suave me preguntó si estaba solo, le miré a los ojos, para contener su exultancia y sopesar su entereza,  y le contesté - ahora ya no - no hizo falta más, a los diez minutos ya estábamos sumergidos el uno en el otro ante la expectación de su cohorte de modernísimos y atildados amigos, a los que por otro lado Ginés, que así se llamaba, no prestaba la más mínima atención, ni que decir tiene que el que os escribe tampoco.

Cuando ya la calentura se hizo incontenible fuimos a por su destartalado e inapropiado coche blanco, no vivía en Murcia capital, sino en una pedanía, en Torreagüera para más señas, en una casa que fue de sus abuelos y que él, que pasaba los veranos en Ibiza - ya me parecía a mí tanto Jean Paul poco huertano - había reestructurado con más ingenio que presupuesto y con un evidente buen gusto, estaba un poco apartada la casa del pueblo, con su huerto de naranjos y melocotoneros, mueblacos antiguos y oscuros con algún detalle frivolón y divertido, toda pintada de blanco blanquísimo, una cama enorme con un colchón terrible de lana y una cabecera pintada con una orla multicolor de frutas brillantes y apetitosas, muy pop y muy propia, en la que rezaba una leyenda "Come fruta fresca", en ella nos habitamos, saboreamos nuestra piel y descubrí uno de los culos más sublimes que he tenido la suerte de conquistar a lo largo de mis andanzas; cuando rendidos, después de varios asaltos, le pude observar dormido, boca abajo, mientras la aurora con su luz naranja daba un tono ligeramente anaranjado a sus nalgas, cubiertas de un suavísimo terciopelo, pensé sonriendo si no sería esencial para esa textura haberse criado a la vera de una huerta de melocotones como esa, o quizás fuera porque en su pueblo la fiesta más sonada era la del ángel glorioso.

Vivimos una luna de miel hermosa, en aquel pueblo antipático en que las mujeres nos negaban el saludo, los niños nos miraban como a marcianos y los chicazos nos dedicaban silbidos con más sorna que admiración, en aquellos años tan pazguatos.

Él trabajaba en el hospital, era solo auxiliar, aunque la verdad es que la bata le quedaba como al mismísimo Clooney en Urgencias, yo me puse a hacer de todo, tampoco era cosa baladí encontrar mi sitio en la ciudad del Segura, así que lo mismo hacía un escaparate que montaba un sarao, que hasta me puse a poner copas y todo en un bar fantástico que había en San javier, el Varadero se llamaba... Lo peor de todo aquello eran sus amigos, no sé si por alicantino, si por envidia, o por qué narices, no me tragaban, y Ginés tampoco ayudaba mucho, se refería a mí como a "mi chulo", que maldita la chulería, con lo que curraba, y no me lucía demasiado porque la criatura estaba en la onda de la raya y nunca tenía bastante, así que ya veis la gracia que me hacía esa desfachatez de llamarme chulo, aunque a él le pareciera cool y eso me adornara de quien sabe que prestancia, y luego esa intransigencia tan clasista que exhiben los modernísimos en las capitales de provincia, como si ser mariquita y moderna les hiciese pertenecer a un exclusivísimo club de campo, el resto del mundo no tenía importancia, y trataban a todos con indiferencia, cuando no con un desaprensivo desprecio, poco a poco mi pasión se fue desinflando como se desinflan las pasiones de estación y conforme el sol se iba afirmando en el cielo, la primavera anunciaba el verano, y la perspectiva de verme en Ibiza rodeado de petardas emborronaba mis sueños, su culo, otrora sublime, se me fue haciendo cotidiano, y con la costumbre aparecieron los primeros síntomas de hastío, los silencios incómodos, las suspicacias, hasta que una noche aburrida, en la misma Talco donde nos conocimos, veo dignísimo a mi anfitrión de nochevieja sentado en la barra, con una camisa azul pavo real, me acerco y le saludo con dos besos, nos alegramos de vernos, la gente tan amable siempre deja un buen recuerdo. 


De entre la farralla surge Ginés como un tornado, me coge aparte  y me avisa, - qué tienes tú que hablar con ese carrozón, que te va a ver todo el mundo y se van a creer que le debes algo - se había creído el muy percebe, de tanto decirlo, que había algo de chulo en un servidor, así que ya no pude más con tanta nobleza baturra, lo miré como si fuera la última vez, que lo fué, y de una le dije - Cuidadito con lo que dices tontodelhaba, que ese señor tiene más clase con una tortilla de hinojo que tú con todo tu ropero de Gaultier, yo hablo cómo y con quien me da la gana - Y entonces el muy gilipollas me dio un bofetón, una bofetada afectada y ofensiva, desmesurada y obscena, de las que duelen más en el orgullo que en la cara, le cogí la mano, conté hasta diez y ... no dije más nada.

- Luisaaaaa, que sí, que vengas a por mí, mon amour, que es que llevo cuatro maletas, no, no chouchou, no puedo pillar un tren, el tren no para en Torreagüera.

De las cuatro maletas tres estaban llenas con sus trapos y sus gaultieres que, mientras la bofetada iba cicatrizando, fuí arrojando por el camino desde la ventanilla del coche de mi auxiliadora amiga, modelito a modelito desparramándolos, menos un chaleco divino bordado a mano que le regalé a un chulo, aquel si que era un chulo, en Granada.



Receta de la tortilla de hinojo y piñones.

- 4 hinojos (de los que tienen barrigas, las hembras)
- Un puerro y una cebolla roja pequeña.
- 100 grs de piñones.
- 100 grs. de Gorgonzola.
- 5 huevos de buena calidad.
- Aceite.

Cortar en juliana y pochar los bulbos de hinojo, deshechando las hojas, la cebolla y el puerro hasta que estén tiernos. Tostar los piñones. Batir los huevos, mezclar y cuajar la tortilla.servir con un poco de gorgonzola fundido por encima.